CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO
CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO. HELADURA POR SAN ANTON

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HELADURA POR SAN ANTON

Esto le decía a mi nieto Kylian este 17 de enero de 2022, festividad de San Antón, monje eremita que vivió 105 años buscando chirlomirlos de la mar en las montañas de Egipto, frente la iglesia de las Huelgas.

Un día, éste, muy frío. ¡Hasta la fuente estaba helada¡ Pero no tristón, pues lucía un brillante sol que animaba a un cafelito con pastas. Como por causa del Omicrón, nueva variante del Covid, la bendición de las mascotas no se celebró, no se animó la gente a venir a la Iglesia, quedando el templo muy sólo con el cura principal y cuatro con celebrantes.

Hoy, no se cumplían los dos viejos refranes referidos a San Antón: “San Antón, viejo, tristón y meón, convida a las muchachas a la oración”; y “San Antón, viejo y meón, mete a las viejas en un rincón”, que parecían un chiste bueno, pues no se vio, ni dentro ni fuera de la iglesia, a joven ni muchacha alguna; pero sí viejas.

Tan sólo, afuera, vi a un matrimonio con dos perritos y una perrita blancos, a los que llamaban: Lucía, Antón y Pirulero. Y niños, tan sólo mi nieto, que traía un cerdito de juguete para ser bendecido. Yo hubiese querido que trajera un ratón o un gato, pero él prefirió el cerdito.

Mientras mi nieto veía dibujos y cuentos animados por el móvil, yo pensaba que era verdad, por lo menos en Burgos, que: “La semana de santos barbudos es fría y apetece tomar cojonudos” (huevo de codorniz con rodaja de chorizo picante y trocito de pimiento rojo).

Una señora mayor, de muy buen ver, salió como volando de la Iglesia diciéndome que no aguantaba más la misa, cuando esta terminó, pues sintió cierta amargura, sinsabor, disgusto.

Yo, aunque no la conocía, le dije:

-Mi alma y mi vida, ¿qué quiere que le diga? ¿Qué piensa usted de las elecciones de Castilla y León?

Ella me contestó:

-Más vale vacas en paz que políticos marojos; muérdagos parásitos. Además, le voy a contar una cosa.

-Diga, diga, señora, le supliqué.

-Pues que un día, estando yo en un rincón de la iglesia a oscuras, sentí unas manos libidinosas que me tocaban creyendo yo que eran del sacristán o el cura. Yo callaba agradecida por no descubrir quién era; pues me decía cosas bonitas y me prometía regalos. Chupándome la oreja, y metiendo la lengua en ella; yo sintiendo como si sobre mí orinaba, me preguntaba:

-¿Qué quieres que te haga, vida mía? Pídeme lo que quieras.

Cuando vino la luz, él desapareció dejando escrito en la palma de mi mano derecha:

“Soy tu San Antón, friolero, viejo y meón”.

-¡Pero qué graciosa es usted, señora¡ le contesté.

-Qué nieto más guapo tiene usted, señor. Y se fue.

-Daniel de Culla